Weightless

Este post es sobre música, sobre rock progresista (ummm… hoy voy a abandonar los contrapuntos del Maestro). Y también voy a dirigir mi atención hacia el pasado, que es algo que suelo hacer en rarísimas ocasiones. Pero es que no es hoy, tampoco, un día normal.

Estoy ahora mismo escuchando una grabación de un concierto que Mike Oldfield dio en Carnegie Hall -New York- el 1 de marzo de 1993. Casi todas las piezas que interpretó ese día correspondieron al álbum Tubular Bells II, publicado el año anterior.

Como es habitual en los conciertos en vivo, la interpretación es más espontánea que en la versión de estudio. Y a ratos estoy teniendo la sensación de estar escuchando el álbum por primera vez, o de estar escuchando un álbum diferente.

Conforme escribo estas líneas estoy recordando la primera vez que escuché Tubular Bells II, en enero de 1993 (un par de meses antes de que el concierto que estoy escuchando ahora tuviese lugar). Viene a mi memoria la sensación inicial de extrañeza y asombro al escuchar una música tan novedosa y llena de creatividad. Y la sensación de fascinación de un poquito después, al haber descubierto una música llena de belleza y tan especial.

Asimismo, recuerdo lo bien que mi espíritu y mi corazón conectaron con el álbum. Porque este nos habla de un corazón que se siente aprisionado y que busca liberarse de las ataduras. Y también nos cuenta de un espíritu con la mirada fija en el horizonte buscando algo más.

La pista que más me gustaba, y que mejor expresaba cómo me sentía en aquel momento, era Weightless. Una pieza que tenía un aire que me recordaba a la música oriental y, por extensión, a todo lo oriental, que por aquel entonces me empezaba a fascinar. Y también, una pieza en la que los dos motivos principales eran el conflicto y la dualidad. Y en la que se van alternando el tema del dolor del corazón por seguir los caminos viejos, y los deseos que siente de cambio, y el tema de la búsqueda de la paz de espíritu y de la estabilidad. En la pieza, la tensión entre los dos temas se va incrementando, desde el principio en la que se exponen de forma suave, hasta alcanzar el momento de mayor tensión, en el que los temas han evolucionado, se han hecho más fuertes y el conflicto entre los dos resulta ya evidente.

Al terminar de escuchar el álbum he vuelto, poquito a poco, al momento presente, y me he dado cuenta de lo diferente que me siento ahora tras tantos años de crecimiento personal y de búsqueda espiritual. Y también he sentido que ya no sintonizo apenas con Tubular Bells II (tiene un aire quizá demasiado melancólico y hoy en día me va más la música llena de Vida del Maestro).

En resumen, un álbum perteneciente más a tiempos pretéritos pero por el que siempre sentiré un cariño especial.

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